¿Cómo saber si una amistad es verdadera?
14.02.20
Gloria Rodríguez Caballero, HMSP
La
palabra de Dios nos dice que «quien ha encontrado un amigo, ha
encontrado un tesoro» (cf. Eclo 6, 14-17) y es verdad. Los
amigos son tesoros entrañables e invaluables que hay que cuidar.
Hay
personas especiales que nos acompañan a lo largo de la vida. Unas porque
existen unos lazos de sangre que nos unen; otras, porque se elige su compañía. Éstos
últimos son los amigos. Y la relación de amistad, va más allá de ser un buen
compañero o colega, o de tener ciertas afinidades.
La auténtica amistad no es aquella que se obtiene al
dar un «clic» y aceptar en las redes una «solicitud de amistad». La amistad genuina se construye con unas
características muy singulares que vale la pena mencionar, para distinguirla de
otros tipos de relaciones o, incluso, de una «amistad tóxica».
LIBERTAD
No
existe amistad sin libertad. A diferencia de nuestros familiares, los amigos sí
se eligen. No es una obligación, sino un acto voluntario. Por tanto, la
libertad es una condición esencial para que el vínculo se establezca. La amistad
experimenta momentos de tensión, de estancamiento, de plenitud o de retroceso,
pérdida y ganancia. Pero una auténtica amistad sabe salir delante de todo esto,
haciéndose cada vez más fuerte.
La libertad
implica el dar un adecuado espacio a la otra persona sin «sofocarla». Además, la auténtica amistad no impide que la otra
persona interactúe con otros y tenga otros lazos de amistad. Por tanto, si tus «amigos» no permiten que te relaciones con otras personas,
no es un buen signo: puedes estar atrapado (a) en una relación tóxica o muy
individualista.
GRATUIDAD
Una amistad de verdad implica el darse mutuamente
con generosidad y desprendimiento. Es decir, se trata de no buscar al otro por
conveniencia o interés. Se trata de preocuparse por el otro y ayudarlo, aunque no
se reciba nada a cambio. En efecto, la amistad es una relación íntima de
personas que dan y reciben, que nos permite vivir en paz, brinda seguridad, nos
lleva a disfrutar de la mutua compañía y a sentirnos comprendidos y queridos.
Lo contrario es el utilitarismo, el ser buscar a los
otros cuando quiero obtener algo. Incluso, puedo buscar a mi «amigo» para sentirme bien o para que me diga lo que yo quiero
escuchar. No lo busco desinteresadamente, por él mismo, sino para satisfacerme.
Es tratar al otro o que me traten como objeto y no como sujeto.
CRECIMIENTO
El amigo genuino es aquel que nos hace ser mejor
persona: más amable, más alegre, más generoso; pues nos hace salir de nosotros
mismos y darnos cuenta de las necesidades de otros. Un amigo nos dice la
verdad. No busca «endulzar» el oído
para quedar bien. Nos hace ver nuestros errores y nos ayuda a crecer,
corrigiéndonos y apoyándonos.
Con todo esto, la amistad es una forma de
enriquecimiento personal, en la que aprendemos a dar y recibir cariño, a sacar
lo mejor de nosotros. Además, también nos enriquecemos al aprender de las
experiencias del otro, de sus conocimientos y vivencias.
Por el contrario, una amistad tóxica te deja
estático, estancado… Siempre «te da por tu lado» y te solapa en tus errores, haciéndote creer que estás bien. Peor aún:
hay «amistades» que no
sólo te detienen, sino que te hunden, pues te incitan a lo que es destructivo
de tu persona o de los que te rodean. Es como un cáncer que va carcomiendo por
dentro: parece que es parte de tu cuerpo, pero en realidad te está destruyendo.
Con estas sencillas pistas, puedes hacer una
valoración de tus amistades, para ver si realmente los puedes llamar amigos o
solamente son compañeros o conocidos, o bien, si has identificado alguna
relación destructiva o tóxica, es tiempo de apartarte de ella, antes de que sea
demasiado tarde.
HMSP COMUNIK
No hay comentarios.:
Publicar un comentario