viernes, 27 de marzo de 2020

5 enseñanzas de la bendición “Urbi et Orbi”


5 enseñanzas
de la reflexión del papa Francisco, previa a la bendición
 “Urbi et Orbi”

El 27 de marzo de 2020 el papa Francisco ha dado la bendición “Urbi et Orbi”, de forma extraordinaria, como una respuesta ante la pandemia del COVID-19. Así, a pesar de las condiciones históricas en que se ha impartido, la acogida y respuesta del pueblo de Dios, no se hizo esperar, pues páginas católicas y múltiples medios llenaron sus espacios con las enseñanzas del Papa.
La bendición impartida por el sucesor de Pedro ha sido un gesto de solidaridad y cercanía con todos, pero especialmente con los más vulnerables de cada país afectado por esta pandemia. Además, ha fortalecido la fe de miles de cristianos, quienes por este medio han tenido la posibilidad de recibir la indulgencia plenaria en un ambiente en donde es muy complicado recibir el auxilio espiritual necesario. Por este medio, la Iglesia ha sido renovada interiormente para hacer frente a los diferentes retos que se le presentan. 

A continuación, presentamos 5 enseñanzas dadas por el Papa, de frente a la realidad actual: 

1.      La pandemia que se vive, nos lleva a darnos cuenta de que necesitamos unos de otros

«…Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso (…). Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente (...), descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos…».

2.      Las situaciones difíciles sacan a flote nuestra vulnerabilidad

«“Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención (…) La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. 

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos…».

3.      Debemos pedir perdón por nuestra indiferencia, cobardía, desinterés

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”… “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgentee». 
onvertíos”, «volved a mí de todo corazón» (

4.      Este es un momento privilegiado de reflexión y de revalorar las cosas, para volver a Dios

«Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida (…)». 

5.      El verdadero desarrollo de los pueblos se mide en el sufrimiento, en los gestos de colaboración

«Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. 

El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. ¡No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza!».

HMSPcomunik

lunes, 23 de marzo de 2020

Bendición URBI ET ORBI por el COVID-19


Bendición Urbi et Orbi por el coronavirus

En medio de esta situación de amenaza mundial, por el COVID-19, el papa Francisco ha decidido otorgar la bendición URBI et ORBI de forma extraordinaria, este anuncio fua dado el pasado domingo 22 de marzo, en donde el papa Francisco anunció que impartirá dicha bendición extraordinaria con la plaza San Pedro vacía. De esta forma, se permitirá  que puedan recibir la indulgencia plenaria quienes la seguirán a través de los medios de comunicación (pueden verla a través de face en: Hermanas Misioneras Servidoras de la Palabra). 


Pero, ¿qué es esta bendición? La expresión «Urbi et Orbi» significa «a la ciudad (de Roma) y al mundo», es una bendición que se extiende a todo el mundo. Es Cristo que bendice al mundo entero por medio de su Vicario. En esta línea, el Pontífice explicó: «queremos responder a la pandemia del virus con la universalidad de la oración, la compasión, la ternura. Mantengámonos unidos. Hagamos sentir nuestra cercanía a las personas más solas y a quienes más sufren».


El Papa imparte esta bendición desde el balcón de las bendiciones de la Basílica de San Pedro, en dos ocasiones: en Navidad y el Domingo de Pascua. Sin embargo, también la puede dar en otras fechas extraordinarias, como el día de su elección como Pontífice, en algunos jubileos considerados como años santos y ante situaciones en que el mundo lo requiere. 


La bendición Urbi et Orbi es antecedida por algún mensaje de interés mundial, por lo cual se nos invita a estar muy atentos el próximo viernes 27 de marzo a las 11:00 a.m. (hora de México), para unirnos en la escucha de este mensaje y para recibir la bendición. Claro que la bendición es válida para todos la veamos en vivo o no, pero es un acontecimiento que vale la pena no perderse.

«Presidiré un momento de oración en el atrio de la Basílica de San Pedro. Con la plaza vacía. Desde ahora invito a todos a participar espiritualmente a través de los medios de comunicación. Escucharemos la Palabra de Dios, elevaremos nuestra súplica, adoraremos al Santísimo Sacramento, con el cual al término daré la Bendición Urbi et Orbi y a la cual se añadirá la posibilidad de recibir la indulgencia plenaria», indicó el Papa.

Fórmula de la bendición papal Urbi et orbi

--"Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, de cuyo poder y autoridad estamos seguros, pueden interceder para nosotros al Señor."

Todos: "Amén"

--"Por a las oraciones de siempre Virgen Mar
ía bendecida, bendecido Miguel el Arcángel, bendecido Juan el Bautista, y los apóstoles santos Pedro y Pablo, y todos los santos: puede Dios todopoderoso tener piedad por Usted, perdonarle sus pecados, y Jesús Cristo le puede traer a vida siempre duradera."

Todos: "Amén"

--"El se
ñor omnipotente y caritativo os concede legado, distribución y perdón de todos Vuestros Pecados, un período de arrepentimiento auténtico y fértil, un corazón siempre penitente y mejora de la vida, la piedad y consuelo del Espíritu Santo, y la perseverancia final en buenas obras."

Todos: "Amén"

--"Y la bendici
ón del Dios omnipotente, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo viene en vosotros y permanece en casa en caso de vosotros siempre."

Todos: "Amén"

viernes, 20 de marzo de 2020

Indulgencia plenaria frente al COVID-19




Un oasis en el desierto 

La noticia de que el Santo Padre concede la Indulgencia plenaria a los fieles enfermos de Coronavirus, a los agentes sanitarios, los familiares y todos aquellos que, exponiéndose al riesgo de contagio, cuidan de los enfermos, es un auténtico “oasis” en medio del desierto, pues esta disposición nos permite recibir auxilios espirituales en una época en que recibir los Sacramentos directamente es complicado.

Esto confirma la Palabra de Dios expresada en Rom 8, 28: «Todo lo que Dios permite, es para bien de los que lo aman», pues ninguna época, generación o situación está desprovista de la mano misericordiosa de Dios. Es verdad que el hombre provoca grandes males por ambición, odio, envidia, egoísmo, soberbia…, pero aún en medio de ellos, Dios resplandece con su misericordia que nos otorga su ayuda y consuelo en todo momento.

Ante la pandemia que enfrentamos, independientemente de cuál sea su origen, encontramos fuertes llamadas de atención, la invitación a la conversión y una convocatoria a la fraternidad universal: no podemos desentendernos del resto del mundo. 

Ante la emergencia mundial, la Santa Sede ha hecho público este viernes, 20 de marzo de 2020, el decreto de la Penitenciaría Apostólica relativo a la concesión de indulgencias especiales a los fieles en la actual situación de pandemia, firmado el 19 de marzo por el cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor, y por Krzysztof Nykiel, regente.

Enfermos de COVID-19

Las personas que gozarán de la Indulgencia plenaria serán los enfermos sujetos a cuarentena por orden de la autoridad sanitaria en los hospitales o en sus propias casas «si, con espíritu desprendido de cualquier pecado, se unen espiritualmente a través de los medios de comunicación a la celebración de la Santa Misa, al rezo del Santo Rosario, a la práctica piadosa del Vía Crucis u otras formas de devoción, o si al menos rezan el Credo, el Padrenuestro y una piadosa invocación a la Santísima Virgen María, ofreciendo esta prueba con espíritu de fe en Dios y de caridad hacia los hermanos».

Siempre, «con la voluntad de cumplir las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), apenas les sea posible», indica el decreto.

Agentes sanitarios y cuidadores

Igualmente, podrán ganar la Indulgencia plenaria los agentes sanitarios, los familiares y todos aquellos que, «siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, exponiéndose al riesgo de contagio», cuidan de los enfermos de Coronavirus, en las mismas condiciones.

A quienes oren con fervor por los enfermos y fallecidos

La Penitenciaría Apostólica concede también la Indulgencia Plenaria, en las mismas condiciones, con ocasión de la actual epidemia mundial, a «aquellos fieles que ofrezcan la visita al Santísimo Sacramento, o la Adoración Eucarística, o la lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora, o el rezo del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o el rezo de la corona de la Divina Misericordia, para implorar a Dios Todopoderoso el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los que el Señor ha llamado a sí».

La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia cf. (CEC 1471a). Puede ser parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente (cf. CEC 1471b). Recordemos, también, que «todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias» (CEC 1471c).

Condiciones para ganar una Indulgencia

Para ganar una indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier pecado mortal o venial, hace falta rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia cumpliendo tres condiciones básicas:

a)    Confesión sacramental
b)    Comunión Eucarística
c)     Oración por las intenciones del Papa

Con una sola confesión sacramental puede ganarse varias indulgencias plenarias; en cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Papa sólo se gana una indulgencia plenaria. Las tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia, pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día. En esta situación de contingencia, se recomienda hacer la Comunión espiritual siguiendo las transmisiones de la Eucaristía en vivo. En cuanto sea posible hay que cumplir los dos primeros puntos.

La condición de orar por las intenciones del Papa se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y un Avemaría; pero se concede a cada fiel la facultad de orar con cualquier fórmula, según su piedad y devoción.

La indulgencia plenaria únicamente puede ganarse una vez al día, mientras que la indulgencia parcial puede ganarse varias veces al día. 

Así, todo fiel cristiano puede mantenerse en gracia aún en esta situación de pandemia.