martes, 26 de enero de 2021

Oración a san José

 

Oración a san José

 

¡Oh patriarca san José!,

patrono de la Iglesia universal,

en este día yo te pido 

tu presencia paternal.

 

Permítenos que, como tú, santo varón,

cumplamos siempre la voluntad divina,

estando atentos a la voz del Señor,

dejando siempre que nos dirija.

 

Sé tú el guardián de las familias

que sepamos valorarnos y perdonar

que en todo momento imploremos

tu protección sin igual.

 

Custodia a los sacerdotes,

religiosos, religiosas y laicos

y a todo el que te invoque

pidiendo tu intercesión.

 

Y hoy, ante ti me presento

con mucha humildad

confiando en tu patrocinio

en esta necesidad: 

(a continuación se expresa la petición)

 

(Se reza un padrenuestro, un avemaría y un gloria)

                                                         HMSPcomunik


 

Oración del papa Francisco a san José

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.

El Papa asegura que, después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo. Todos podemos encontrar en San José un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad.


 

 

 


domingo, 29 de noviembre de 2020

Oración para encender la primera vela de la Corona de Adviento en familia

 

Estamos iniciando un nuevo año litúrgico y hoy, más que otros tiempos, el mensaje de esperanza y alegría que el tiempo de Adviento nos trae, resulta un anuncio necesario y urgente que debemos llevar a los que nos rodean.

Así, se nos invita a que en cada casa y en cada comunidad se tenga este signo de la Corona de Adviento, el cual nos invita a prepararnos en oración y acción para la llegada de Jesucristo. Debido a la contingencia sanitaria, los fieles están llamados a poner todo de su parte para no pasar inadvertido este tiempo especial de gracia, asistiendo a Misa en familia o, en caso de no ser posible, participando de ésta en vivo, a través de los medios de comunicación.

La siguiente propuesta de oración en familia, está tomada del documento de la Comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica, con la diferencia de que se toma en cuenta que la familia ha participado, de alguna de las formas mencionadas, de la celebración eucarística, e invitando a la participación a más miembros de la familia.

(De acuerdo a la Comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica, la celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia)

Papá: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos: Amén.

Papá: Bendigamos a Dios Padre, que nos reúne en nombre de Cristo para que unidos con toda la Iglesia estemos en comunión los unos con los otros por la fuerza de su Espíritu Santo.

Todos: Bendito seas por siempre, Señor.

Papá: Queridos hermanos, al comenzar un nuevo año litúrgico vamos a pedir a Dios que bendiga esta corona con que iniciamos también el Tiempo de Adviento. Sus luces serán para nosotros un recuerdo de que Jesucristo, el Señor, es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. Así, encender semana a semana, los cuatro cirios de esta corona significarán nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.

Papá: Llenos de esa confianza, juntos oremos al Señor con el Salmo 79, respondiendo: “Señor, muéstranos tu favor y sálvanos”.

(puede proclamar el Salmo otro miembro de la familia)

Lector: Escúchanos, pastor de Israel, tú, que estás rodeado de querubines, despierta tu poder y ven a salvarnos.

Todos: Señor, muéstranos tu favor y sálvanos

Lector: Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos: mira tu viña y visítala, protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.

Todos: Señor, muéstranos tu favor y sálvanos

Lector: Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.

Todos: Señor, muéstranos tu favor y sálvanos

(A continuación, otro miembro de la familia proclama el texto bíblico)

 

Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”. Palabra de Dios

Todos: Te alabamos, Señor.

(Luego, el que guía invita a los presentes a guardar un momento de silencio y, a continuación, es recomendable que compartan brevemente su reflexión sobre el texto bíblico)

Papá: La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque y la ha adornado con luces. Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

(A continuación, el más pequeño de la casa enciende la primera vela, mientras todos cantan: ¡VEN, VEN, SEÑOR, NO TARDES!)

 

¡VEN, VEN, SEÑOR, NO TARDES!

¡VEN, VEN, QUE TE ESPERAMOS!

¡VEN, VEN, SEÑOR, NO TARDES!

¡VEN, PRONTO, SEÑOR!

 

El mundo muere de frío,

el alma perdió el calor;

 los hombres no son hermanos

el mundo no tiene amor.

 

¡VEN, VEN, SEÑOR, NO TARDES!...

 

Envuelto en sombría noche

 el mundo sin paz no ve;

buscando va una esperanza,

buscando, Señor, tu fe.

 

¡VEN, VEN, SEÑOR, NO TARDES!...

 

Al mundo le falta vida,

al mundo le falta luz,

al mundo le falta el cielo,

al mundo le faltas tú.

 

Papá: Querida familia, ya que esperamos la venida del Señor, juntos digámosle: Ven, Señor, no tardes. (Puede leer una petición cada quien)

1.    Porque has rasgado los cielos y esperamos que regreses.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

2. Porque has hecho maravillas en favor de quienes esperamos en ti.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

3. Porque sales al encuentro del que te es fiel y practica la justicia.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

4. Porque nos has mostrado el rostro del Padre.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

5. Porque queremos permanecer irreprochables hasta tu advenimiento.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

6. Porque nos fortaleces en la esperanza.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

7. Porque vienes para salvarnos.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

8. En estos momentos de emergencia.

Todos: Ven, Señor, no tardes.

(Podemos agregar otras intenciones)

Papá: Pidamos, al Padre que estemos listo para la venida del Señor, orando como el mismo Cristo nos ha enseñado: Padre nuestro, que estás en el cielo…

Papá: Concédenos, Dios todopoderoso, el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene a nosotros, para que, mediante la práctica de las buenas obras, colocados un día a su derecho, merezcamos poseer el reino celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

(Finalmente, todos hacen la señal de la Cruz)

Papá: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

Todos: Amén.

Papá: Bendigamos al Señor.

Todos: Demos gracias a Dios.

 

martes, 28 de abril de 2020

Covid-19: ¿Catástrofe u oportunidad?



Coronavirus - ISGLOBAL

Covid-19: ¿Catástrofe u oportunidad?

HMSP comunik
 
Leer los «signos de los tiempos» es el reto del cristiano de todas las épocas, por eso es necesario el interpretar los acontecimientos bajo la luz del Espíritu Santo, quien nos guía a laverdad plena. Hoy, escuchamos que surgen de todos los ámbitos quienes se presentan como «expertos» en el tema, aportando su explicación ante la pandemia del COVID-19. Así, desde el ganador del premio Nobel por descubrir el VIH, hasta el que carece de todo conocimiento médico, explican el origen, alcance y solución ante esta problemática.

En el ámbito religioso sucede algo similar: hay supuestos «expertos» que explican el origen demoníaco del virus y advierten una «clara» señal apocalíptica que marca el «fin de los tiempos»; otros más, hablan del castigo de Dios, merecido por los pecados de la humanidad; incluso hay quienes aprovechan la ocasión para intentar derrocar la «falsa iglesia» –la representada por el Papa Francisco– y promoverse como la auténtica iglesia de Jesucristo, aquella que no teme ni se deja llevar por los «engaños del mundo»

Sin embargo, más allá de estas situaciones, es preciso observar y canalizar el potencial oculto que todo esto encierra. La pandemia ha puesto «en jaque» al hombre occidental, posmoderno y «autosuficiente», que se ha visto en necesidad de replantearse la veracidad del mundo que ha creado. Ahora, contrario a la tendencia egoísta, individualista y utilitaria, el hombre se reconoce interdependiente, vulnerable, necesitado de la ayuda de los demás. Hoy, ante la posibilidad de la muerte de algún ser querido o de la propia, el evadido tema sobre el más allá vuelve a resurgir como una interrogante profunda del hombre. Y, en la «era de la comunicación», el ser humano se ha dado cuenta de su incapacidad de dialogar con su entorno más cercano: la familia. 

Todo esto más que una catástrofe, se ha de plantear como la oportunidad de volver a lo esencial. Es tiempo de rescatar la familia mediante la convivencia, el diálogo, la paciencia, el perdón, el apoyo mutuo. Es tiempo de darse un respiro dentro de la ajetreada carrera de la vida y fijarse hacia dónde se corre. Tiempo de revalorar la propia vocación y confrontar la autenticidad de una entrega desinteresada y libre hacia los demás. 

Es tiempo de adquirir lo necesario y rechazar lo superfluo, de administrar y «hacer rendir»; de presentarnos ante el Misterio insondable de Dios, tal y como somos: finitos, contingentes, caducos, limitados. Necesitados de su inspiración. Y así como la Palabra se encarnó, es tiempo de hacernos uno con el sufre, con el que no tiene qué comer, con el que está desesperado, con el que no tiene ilusiones. 

Además, la pandemia lleva a valorar las relaciones humanas: desde el saludo cotidiano y afectuoso hasta la reconfortante conversación informal con el amigo de toda la vida. Desde el poder festejar la llegada de un nuevo miembro de la familia, hasta el poder llorar y velar al familiar o amigo que ha fallecido. Detalles que reconfortan el alma y que ahora, al no tenerlos, se añoran. 

El ser humano, ante la pandemia, descubre su auténtico valor, bueno o malo, generoso o mezquino, preocupado sólo de sí o abierto al grito del otro. Además, la misma fe personal y comunitaria es «puesta en el crisol», esa fe que nunca es un escape, sino un lanzamiento a grandes horizontes. Es la fe que interpela, cuestiona, seduce y lleva a la acción. 

De esta manera, la genuina fe que se ha forjado en lo cotidiano, resiste todo ataque, pues el creyente es capaz de percibir que Dios no está lejos, pues él no depende de unos canales específicos de acción, sino que nos sorprende constantemente acompañando, auxiliando, inspirando a su pueblo. La pandemia no es, pues, un tiempo de declive ni de desolación, sino de respuesta generosa, esfuerzo constante, solidaridad, esperanza. Además, es un tiempo de preparación, pues el panorama actual permite vislumbrar desafíos aún mayores: desempleo, violencia, robos, desesperación, anarquía, manipulación de la información… pero, en todo esto tenemos ala certeza de que saldremos vencedores, gracias a Aquél que nos amó (cf. Rom 8, 37).