El verdadero significado
del Miércoles de Ceniza
del Miércoles de Ceniza
20 - 02 - 2020
Gloria Rodríguez Caballero, HMSP
Mucho se especula sobre lo que se celebra el
Miércoles de Ceniza pues, aunque pareciera ser una ceremonia conocida y
practicada por la mayoría de los católicos e, incluso, por algunos no
católicos, en realidad poco se comprende su significado profundo. A
continuación, se presentan algunas ideas clave para comprender qué celebramos en
este día.
Inicio de la Cuaresma
En primer lugar, el Miércoles de Ceniza marca el
inicio de la Cuaresma, que es el tiempo litúrgico en donde nos preparamos para
vivir intensamente la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor
Jesucristo. (Sobre la Cuaresma se puede ver el artículo: «¡Vive la Cuaresma!»,
en este blog).
Como seres humanos, necesitamos de signos
sensibles para poder captar mejor lo sobrenatural. Así, el rito que se lleva a
cabo de la imposición de ceniza es una expresión de lo que ocurre realmente: la
persona que, reconociendo su pecado, quiere cambiar, convertirse, es decir,
dejar lo malo –aquello que me aleja de Dios, que me daña y daña a otros–; y
elegir lo bueno –que es estar con Dios, reconciliarse consigo mismo y con los
demás–. El signo de la ceniza es, pues, una expresión del deseo de conversión,
que es la característica principal de este tiempo litúrgico.
El signo bíblico de la ceniza
En la Sagrada Escritura se encuentra el uso de la
ceniza como símbolo externo de conversión: «Entonces Jesús comenzó a reprender
a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se
habían vuelto a Dios. Decía Jesús: “¡Ay de ti, Corazin! ¡Ay de ti, Betsaida!
Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre
ustedes, ya hace tiempo que se habrían vuelto a Dios, cubiertos de ropas
ásperas y cenizas» (Mt 11, 20-21). Así, el uso penitencial de usar ropa áspera
y llenarse de ceniza era patrimonio común en tiempos de Jesús.
Asimismo, en Daniel se dice: «Yo volví mi rostro
hacia el Señor Dios para obtener una respuesta, con oraciones y súplicas,
mediante el ayuno, el cilicio y las cenizas» (Dn 9, 3) y en Judit: «y todos los
israelitas que habitaban en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se postraron
ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron sus sayales ante
la presencia del Señor» (Jdt 4, 11), o en Job: «Por eso me retracto, y me
arrepiento en el polvo y la ceniza» (Job 42, 6). Por tanto, el uso de la ceniza
como signo de arrepentimiento ya existía desde el Antiguo Testamento. Por eso, Juan
Pablo II, dice que la práctica del Miércoles de Ceniza, está estrechamente
relacionada con el «arrepentimiento» y la «penitencia».
Uso de la ceniza como sacramental
Recibir la ceniza no es un sacramento, sino una
disposición para éste. La cruz de ceniza es un sacramental y el Catecismo de la
Iglesia Católica nos aclara qué son: «Estos son signos sagrados con los que,
imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo
espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los
hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se
santifican las diversas circunstancias de la vida" (CEC n. 1667).
Los sacramentales «… comprenden siempre una
oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición
de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita» (CEC, n, 1668).
Además, se aclare que «los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu
Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia
preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella» (CEC, n.1670).
De lo anterior se entiende que la cruz colocada
es sólo un signo exterior acompañado de una oración que nos dispone a recibir
la gracia del Señor. No es un sacramento, como ya se aclaró, sino una
preparación para éste; por lo cual, incluso los no católicos lo pueden recibir.
No es un rito mágico
La imposición de ceniza no es un amuleto contra
el mal, ni para alejar las «malas vibras» o evitar la «mala suerte». Tampoco
sirve para tapar «el tercer ojo» –que no existe– como curiosamente se dice hoy.
Todo esto es erróneo y aleja del verdadero significado del sacramental. El
símbolo de la ceniza es útil únicamente si hay en quien lo recibe un deseo
sincero de reconciliación con Dios, crecimiento en la fe y la apertura a la
misericordia divina.
Signo de arrepentimiento
Como se ha explicado, el gesto de cubrirse con
ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que
necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Este arrepentimiento es un
acto del corazón, pero que puede ser acompañado con signos externos, tal como
se manifiesta en la Escritura.
Un ejemplo en el Antiguo Testamento es David
quien, para mostrar su arrepentimiento, se acostó en el suelo y lloró (cf. 2
Sam 12, 16.21); o en el Nuevo Testamento, se pude citar al publicano que,
arrepentido, mantenía la miraba hacia el suelo y se golpeaba el pecho (cf. Lc
18, 9-14). De manera semejante, nosotros usamos la ceniza como signo externo de
nuestro deseo de conversión y de adhesión a Aquél que nos redimió en la cruz.
La ceniza, como signo de humildad, nos recuerda
cuál es nuestro origen y cuál es nuestro fin: «Polvo eres», recordando que «Dios
formó al hombre con polvo de la tierra» (Gn 2,7) y «en polvo te convertirás»,
recordando «hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho» (Gn
3,19). De Dios venimos y hacia Él vamos.
Expresión de nuestro amor a Dios
Así como el comprar un regalo a alguien que
amamos o realizar alguna actividad que a esta persona le agrade como dedicarle
una canción, es un acto exterior que desea demostrar el aprecio que se tiene
por tal persona; así los signos exteriores que ofrecemos a Dios son una muestra
de nuestro amor a Él y del deseo que se tiene de vivir de acuerdo a su
voluntad. En este sentido, afirmó el papa Francisco: «El tiempo de Cuaresma es
tiempo propicio para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana y
recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor»
(Homilía del papa Francisco, Miércoles de Ceniza de 2018).
Por último, recordemos las palabras que dice el
ministro al colocarnos la ceniza: «Conviértete y cree en el Evangelio». Este
«creer en el Evangelio» (cf. Mc 1, 15; Mt 4, 17) significa amar a Dios de tal
manera que busquemos siempre hacer su voluntad, lo cual redunda en nuestro
propio bien y el de aquello que nos rodean. Significa imitar a Jesucristo,
nuestro Dios y Salvador y dejarse moldear por el Espíritu que santifica y
enriquece nuestro ser.
Por tanto, el Miércoles de Ceniza es una
oportunidad para renovar nuestro deseo de revisar nuestra conducta, nuestro
caminar y tratar de prepararnos dignamente para recibir el gran anuncio
pascual: ¡Cristo vive! ¡No está aquí, ha resucitado! (Mt 28, 6).
HMSP comunik
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