¿Es correcto comulgar en la
mano?
Éste es un tema que
se ha hecho muy controversial frente a la amenaza de un contagio masivo del
coronavirus, por eso es fundamental que conozcamos cuál es la realidad respecto
a recibir la Sagrada Comunión en la mano, en lugar de hacerlo en la boca, como
acostumbramos en México.
¿Lo aprueba la Iglesia?
El papa Juan Pablo
II en Dominicae Cenae, nos recuerda
que «en
algunos países se ha introducido el
uso de la comunión en la mano. Esta práctica ha sido solicitada por
algunas Conferencias Episcopales y ha obtenido la aprobación de la Sede
Apostólica» (n. 11). Por tanto, sí está
permitido cuando la Conferencia Episcopal, así lo solicita. Ahora bien,
recordemos que en la Arquidiócesis Primada de México y en otras diócesis se han
implementado acciones ante el primer caso de COVID-19 (mejor conocido como
coronavirus), lo cual quiere decir que es una medida de prevención, no una
disposición permanente.
Además, la comunión
en la mano no es una práctica nueva, pues durante varios siglos la comunidad
cristiana mantuvo con naturalidad la costumbre de recibir el pan
eucarístico en la mano. Jesús en la Última Cena, parte el Pan y se los da
a sus discípulos, no en la boca, sino en las manos.
El primer documento
de la Santa Sede que habla específicamente de la comunión en la mano es la
Instrucción Memoriale Domini, de la Sagrada Congregación para
el Culto Divino, 29 de mayo de 1969; más tarde, la Instrucción Immensae caritatis, 29 de enero de 1973;
el Ritual de la sagrada comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la misa,
y una carta del 3 de abril de 1985, publicada por la Congregación para el Culto
divino en la que se expresan las condiciones para dicha práctica.
Por su parte, la Institutio Generalis Missalis Romani,
recogiendo las normas antedichas, manda lo siguiente: «…la
Comunión se recibe en la boca, pero, donde sea concedido (por la Conferencia
Episcopal), puede el fiel, a elección, comulgar recibiendo la hostia en la
mano. En cambio, cuando la Comunión se recibe “por intinción” (esto es, bajo
ambas especies, mojando la hostia en el Cáliz), obviamente, sólo puede
recibirse en la boca» (cf. IGMR, 287).
¿Es un sacrilegio comulgar en la mano?
Definitivamente NO. Recordemos que el mismo Cristo
fue el que concedió a sus ministros el poder de «atar y desatar»
(cf. Mt 16, 19), términos que, en tiempos de Jesús, significan el poder de
regir, de administrar, gobernar el Pueblo de Dios. Si la Iglesia, presidida por
el Papa, ha concedido esta facultad de comulgar en la mano, es deber de los
fieles acogerla y no atacarla. Esto salvaguardando el derecho de los fieles a
decidir si la quieren recibir así, como se explicará más adelante.
Al respecto recordemos el siguiente episodio
evangélico: «Entonces
se acercan a Jesús algunos fariseos y escribas venidos de Jerusalén, y le
dicen: “¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los antepasados?;
pues no se lavan las manos a la hora de comer”» (Mt 15, 1-2)
La respuesta de
Jesucristo, ante lo que decían los fariseos, fue sumamente fuerte, pues los
llamó «hipócritas», ya que se
fijaban en los detalles exteriores, «… pero su corazón está lejos de mí» (v. 8).
De manera semejante,
se ha encendido hoy la polémica sobre la Comunión en la mano, olvidándose que
lo más importante es recibir a Cristo Eucaristía. «Pero
la mano no es digna de recibir la Sagrada Comunión», se argumenta. ¿Y la boca sí lo es? Tampoco. Entonces,
¿ya no hay que recibir la Comunión porque somos indignos? Cristo lo sabe y aun
así se quiso quedar en este Sacramento admirable. Aquí lo realmente importante
es recibir CON SUMA REVERENCIA a Jesús, vivo y presente en la Eucaristía.
El relato evangélico
continúa diciendo: «No es lo que entra
en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo
que contamina al hombre», refiriéndose a las intenciones del corazón; es
decir, si tú te acercas a comulgar con todo AMOR y PIEDAD, la forma de
recibirla es lo de menos. Claro que hay que tener sumo cuidado, pero no centrar
tanto la atención en esto, que se olvide lo central. Hay quienes exteriormente
se arrodillan, pero su testimonio de vida es incongruente con el acto que
realizan.
Al final de la
escena mencionada, le advierten a Jesús sus discípulos: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír
tu palabra?». Pero a
Jesús no le importa quedar bien con nadie. Él viene a anunciar la verdad y a
dar a conocer la voluntad del Padre.
La mano como un trono
La costumbre de recibir la comunión en la
mano cuenta con testimonios numerosos de diversas zonas de la Iglesia:
África, Oriente, España, Roma, Milán... Como el de Tertuliano, en su
tratado sobre la idolatría, en que se queja de que algunos puedan con la
misma mano recibir al Señor y luego acercarse a los ídolos; él comenta
que estas manos «son dignas de ser cortadas».
El más famoso de estos testimonios es el
documento de San Cirilo de Jerusalén, en el siglo IV, que en sus
Catequesis sobre la Eucaristía nos describe cómo se acercaban los
cristianos a la comunión: «cuando te
acerques a recibir el Cuerpo del Señor, no te acerques con las palmas de
las manos extendidas ni con los dedos separados, sino haciendo de tu mano
izquierda como un trono para tu derecha, donde se sentará el Rey. Con la
cavidad de la mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde: “Amén”». También
existen pinturas y relieves de la época que reflejan esta costumbre de
recibir la comunión en la mano extendida.
¿Cuáles son los riesgos?
Ciertamente,
la Comunión en la mano comporta ciertos riesgos, que demandan un mayor cuidado
de cada uno de quienes la reciben, pero especialmente de quien la da. Advierte
el papa Juan Pablo II: «…llegan voces
sobre casos de faltas deplorables de respeto a las Especies eucarísticas,
faltas que gravan no sólo sobre las personas culpables de tal comportamiento,
sino también sobre los Pastores de la Iglesia, que hayan sido menos vigilantes
sobre el comportamiento de los fieles hacia la Eucaristía» (Dominicae Cenae, 11).
Por
tanto, ya sea que se comulgue en la boca o en la mano, SIEMPRE se ha de tener
profundo respecto y REVERENCIA al Santísimo Sacramento, pues es Cristo mismo
presente en las especies del pan y del vino. Lo anterior conforme al Código de
Derecho Canónico: «Tributen los fieles la máxima veneracón a la santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación» (CIC, 898).
Objeciones contra la Comunión en
la mano
En
ocasiones, tienen lugar discusiones infructuosas sobre cómo deben los fieles
recibir la sagrada Comunión: de pie o de rodillas, en la boca o en las manos.
Discusiones que, seguramente, han de buscar una mejor práctica sacramental,
pero que, tristemente, muestran una peligrosa instrumentalización de algo tan
sagrado, como se meditó en la cita bíblica anteriormente expuesta. Es terrible
que se utilice la Comunión para dividir, lo cual contradice totalmente lo que
Cristo instituyó: el Sacramento de la unidad, del cual todos nos alimentamos
para ser uno en el Señor.
a) Uno de los
argumentos de polémica que ha logrado dividir al Pueblo de Dios, es el de decir
que los fragmentos de la Sagrada Eucaristía quedan en la mano o esparcidos por
el suelo. Esto no tiene por qué suceder si quien da y recibe la Comunión tiene
el debido cuidado. Además, los encargados de preparar los dones del pan y el
vino han de tener sumo cuidado en que las hostias SIN consagrar se encuentren
en buen estado y de cernirlas, de ser necesario.
b) Otro de los argumentos,
es el peligro de profanación. Para evitar esto, los fieles deben comulgar a la
vista del ministro y no avanzar con la comunión. Se recomienda que en cada
parroquia haya personas encargadas de vigilar que la Sagrada Eucaristía se
consuma en el momento. En caso extremo, advierte la Dominicae Cenae: «si existe peligro
de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano».
c) En tercer lugar, se
dice que se debe comulgar en la boca por reverencia al Sacramento. Sin embargo,
en la santa Tradición y en la misma Escritura no se encuentra esta práctica
generalizada. Predicaban los Padres de la Iglesia: «Honremos
el Cuerpo de Cristo con toda pureza espiritual y corporal. Lleguémonos a él con
ardiente deseo y, PONIENDO LAS PALMAS DE LAS MANOS EN FORMA DE CRUZ, recibamos
el cuerpo del Crucificado» (S. VIII, S. Juan Damasceno, De fide orthodoxa, L.
4, C. 13).
¿Y si quiero comulgar en la boca?
Si
aun sabiendo que es correcto comulgar en la mano –siempre y cuando se haga con
el debido RESPETO y en actitud de ADORACIÓN–, alguien quiere comulgar en la
boca, lo puede hacer. La Iglesia como Madre amorosa, no quiere privar del
alimento espiritual a ninguno de sus hijos, por lo cual enseña que: «los ministros sagrados no pueden negar los
sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no
les sea prohibido por el derecho recibirlos» (CIC 843 § 1). Esto se aplica
concretamente a la Eucaristía cuando se dice, por ejemplo, que «no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por
ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie» (Redemptionis
sacramentum, 91). Y específicamente, en el n. 92 del mismo documento, se
dice que «todo fiel tiene
siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca…»
Sin
embargo, la obediencia a las autoridades eclesiásticas es propio del católico, y
realmente no hay razones para desobedecer. Además, debo ser consciente que no
sólo pongo en riesgo mi salud, sino la de otros, lo cual sería una falta de
caridad. El problema no es la Comunión en sí, sino que, en el momento de darla
en la boca, siempre se corre el riesgo de contagio, pues el COVID19 se trasmite
generalmente por vía respiratoria, a través de las gotitas que las personas producimos cuando tosemos, estornudamos o
hablamos. Así, si el dedo rosara con la lengua de una persona infectada, esto
puede ser fuente de contagio para las que comulguen después.
Por
tanto, para comulgar con mayor CONCIENCIA y AMOR, atendiendo a las indicaciones de la autoridad eclesiástica correspondiente, independientemente de la
forma, podemos realizar esta oración, antes de ir a comulgar, seguramente, nos ayudará
a disponernos de una mejor manera:
¡Señor
mío Jesucristo!, creo firmemente que voy a recibir tu Cuerpo, tu Sangre, tu
Alma y tu Divinidad.
Espero,
Señor, que ya que te das todo a mí, en la Eucaristía tendrás misericordia de mí
y me otorgarás las gracias necesarias para mi salvación eterna.
Dios mío,
te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y sobre todas las cosas.
¡Señor!,
te adoro y te reconozco como mi Creador, Redentor y soberano Dueño.
Gracias por esta enseñanza lo leí cuando salió y estoy releyendo para comprender me ayudó mucho Dios bendiga y siga dando frutos a los MSP y HMSP,
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